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Marco Antonio, hemos terminado

Por si acaso, esta historia es total y completamente inventada.  He seguido de lejos los pasos de Marco Rubio porque tiene mi edad, es primera generación nacida fuera de Cuba y me llamaba la atención los bríos con que imprime todos sus esfuerzos.

 

Marco, cuando te conocí me hice tantas preguntas.  ¿Te habrían regalado el libro “La Edad de Oro” de José Martí?  ¿Se reían en tu casa con Trespatines o Alvarez Guedes?  ¿En algún rincón había una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre junto a una bandera de Cuba?  ¿Sabes que es un majá y un aura tiñosa?  Es que el tiempo me ha enseñado que los que descendemos de cubanos, sino tenemos de Congo, tenemos de Carabalí y en algún punto coincidimos.

 

Qué orgullosa estuve cuando te vi en el Freedom Tower en Miami anunciando tu precandidatura presidencial.  Que hito alcanzado para los latinos, no solo los cubanos.  Era algo prematuro, pensé, pero uno nunca sabe.  De ahí fuiste escalando poco a poco, pero rapidito y sentí que eras uno de los nuestros cuando te ví sentado en el sofá de los Pichy Boys en manga de camisa.

 

Cuando se habló de la posibilidad que ocuparas el puesto en donde ahora estás la comunidad comenzó a hervir como caramelo de flan.  Por fin todo cambiaría.  Vi memes en que te vestían de Superman liberando a nuestro pueblo sometido mientras las multitudes vitoreaban tu nombre.  Porque tu sí sabías.  Porque tú lo habías vivido.  Porque tus padres tuvieron que dejarlo todo atrás. 

 

El día de tu ratificación, todas las redes de los buenos cubanos explotaron de emoción.  Hay demasiado puesto en ti. Y tú lo sabes.  No solamente te lo digo por Cuba, por nuestros hermanos venezolanos y nicaragüenses también.  Por supuesto me uní a ese sentir mientras sentía aire fresco en la cara con olor a gardenia.

 

Pero, me sacaste la tabla de debajo de los pies, Marco.  Mi primer “red flag” fue cuando me dijiste que preferías el arroz congrí a los moros y cristianos y cuando me miraste mal porque le puse aceite de oliva a mi porción.  Otra bandera roja del tamaño de una sábana fue el día que dejaste de tomar batido de mamey para cuidar la línea.  Sospechoso.  La estocada final fue en el cumpleaños de mima en casa.  Dejaste pasar las croquetas de jamón.  Todavía no me repongo.

 

Ya no te veo con los mismos ojos, y eso que te pareces a los primos Sosa que viven en Luisiana.  Primera visita en tu nuevo puesto, vienes a Panamá, nota aparte, espero que te haya gustado la figura de la Caridad del Cobre en la Iglesia de la Merced.  No estaba muy contenta con tus declaraciones previas al viaje, sentí que nos venías a regañar por razones equivocadas.   Lo peor, sentí que repetías como cotorra las palabras de tu jefe, a quien no calificaste muy bien no mucho tiempo atrás.

 

Te vi muy serio desde que se abrió la puerta del avión, ese no eres tú.  Lo comprobé al ver tus gestos en las visitas posteriores a otros países, en los cuales sobraron sonrisas.

 

Seguimos tu visita como quien está en el hospital esperando el nacimiento de un bebé.  Y se fueron calentando mis orejas y mi cuello se fue llenando de rosetones.  Que bien me hubieran caído unos cascos de guayaba con queso crema.  Termina el día y me quedo con la sensación que fuiste más rollo que película.

 

Lo peor, cuando fuiste a las Esclusas de Miraflores, que son una estructura que les ronca el mango, lo que me transmitiste por la tele fue como si hubieras ido a una fábrica de abono y saliste corriendo por ahí pa’llá.   Aparte, me sentí fatal cuando hiciste ver que todo este rollo con los chinos era un manejo por la izquierda.

 

Para rematar lo que has dicho después de irte.  Reforzando falsedades e imprecisiones.  En fin, sé que ya no iremos por arroz imperial al Versalles a recordar viejos tiempos, solo te aconsejo que le bajes dos.   Sé que quieres ser presidente, sería un orgullo indescriptible para nuestra comunidad, pero ojo al Cristo con lo que dices y haces, que luego es demasiado tarde y ya no se puede componer.  Te lo resumo con una de las perlas de la sabiduría cubana, “cuando el mal es de cagar, no valen guayabas verdes”. 

 

Ah, para que sepas, el barco que tenías atrás cuando estabas en el Canal era coreano, no chino.  Te das cuenta por la forma de las letritas.  Bye.

“Me encantaría conocer tu opinión. Sígueme en @maricelescribe y mándame un mensaje directo, ¡te responderé personalmente!”

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