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Grabando en 3, 2, 1

En el evento de la presentación del libro, mi querida Alexandra Ciniglio sacó del baúl de los recuerdos nuestros pininos en el mundo periodístico, cuando sin saber muy bien lo que hacíamos ni a la candela en la que nos íbamos a meter.

 

Tengo que admitirlo, se me había olvidado por completo cómo fue que empezamos, pero lo cierto es que la familia de un gran amigo nuestro era propietaria de una reconocida emisora radial, y hablamos con él para que nos dejara practicar.  Como adelantadas del Mar del Sur que seguimos siendo, ni siquiera tocaba práctica entre las materias del pensum, pero es que no aguantábamos las ganas de meternos de cabeza en la olla.

 

Cuando llegamos a la sala de redacción, fue como llegar a Disney World por un lado y ponernos a correr por el otro, porque nos dimos cuenta de que estábamos no en Bosnia, sino en las afueras de Bosnia en muchos temas.  Tuvimos profesores magistrales, periodistas de la vieja guardia fraguados en el calor de la calle y testigos de la historia de nuestro país y el mundo.

 

Nos apostábamos en la entrada de la Presidencia de la República todos los miércoles para captar a los ministros a su llegada y salida del Consejo de Gabinete.  Imagínense, ¿qué les íbamos a preguntar?  Esto fue un aterrizaje forzoso ya que tuvimos que ponernos al día en todo lo que estaba pasando, el sustento, la importancia, el ángulo.  Nada más de recordar se me quiere caer el pelo.  Fuimos a cubrir un eclipse de sol a Macaracas e hicimos reportajes desde Santa Fe de Veraguas sobre el Padre Héctor Gallegos.  Recorrimos todo Panamá.

 

Respiramos humo de varios incendios y en más de una ocasión nos tocó salir corriendo por la avenida.  Los horarios no importaban, tampoco las inclemencias del clima ni los tiempos de espera.  Tocaba editar las noticias a partir del casete y locutar en cabina.  Redactar la cuartilla para el presentador con la prisa requerida para poder insertar la historia en el siguiente noticiero.  Si la cosa era urgente, varias veces llamamos desde teléfono público a la emisora para transmitir en directo los acontecimientos.

 

Estamos hablando de los tiempos de la máquina de escribir y las cuartillas.  De las grabadoras de mano y los Mobilphone.   La invasión de los Estados Unidos estaba fresca aún y el país se encontraba en franca reconstrucción.  Eso nos dio la oportunidad de conocer y entrevistar a muchos que hoy son considerados estadistas por su transparencia y compromiso.

 

Con nosotras empezaron otros que llegaron a ser figuras estelares de los medios de comunicación y con quienes aún hoy mantenemos amistad.  Para bajar la tensión, una vez pasado el noticiero de la tarde cogíamos un cinco y nos íbamos a una panadería cercana por unas empanadas que eran de muerte lenta y a compartir las historias de la jornada.  Pasábamos tanto tiempo juntos que éramos realmente como una familia.

 

Pero como lo único constante es el cambio, poco a poco cada uno fue tomando su camino.  Alexandra se fue a la televisión a continuar con el periodismo, yo cambié radicalmente de rumbo y me fui al mundo publicitario.  Y aunque los que compartimos esa época no conversemos todos los días, mantenemos un lazo indeleble gracias a las memorias compartidas.

 

Este tiempo, ¿habrá sido dos años?, fue no solo un aprendizaje intensivo de periodismo, sino de la vida misma, de lo que ocurría fuera de la burbuja en la que vivíamos.  Esta faceta de escritora de hoy, es el fruto en gran parte de lo aprendido y practicado en esos años.  Escribir rápido, correctamente, de forma estructurada y coherente, siendo objetivos.  Nos debíamos a los oyentes, como hoy me debo a ustedes, la comunidad que me honra con su lectura.

 

Abrazo a la Maricel de esa época, con la ola en la galluza, los rulos, el Mitsubishi Lancer plateado, la placa de PR que nos distinguía del resto y nos hacía sentir súper orgullosas, la cinta del casete que se enredaba a veces, el papel de cuartilla que era como cremita y con textura.  Esa Maricel que se quería comer el mundo y que mantiene el fuego encendido para que la Maricel de hoy se lo quiera comer todavía.

“Me encantaría conocer tu opinión. Sígueme en @maricelescribe y mándame un mensaje directo, ¡te responderé personalmente!”

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