Me han preguntado por qué se ve la portada de uno de los libros de esta reconocida autora inglesa en la carátula de “La escritora que vive en mi”, y es porque su vasta colección es parte fundamental de mi evolución como lectora y amante del misterio y los crímenes. Sí, soy de las que, como dice el meme, no tolero ver una película en la que se maltrate a un animal, pero para dormir veo series de crímenes sin resolver.
Agatha no era una mujer normal para su época. Haciendo un guiño a sus mejores escritos, desapareció por once días a sus 36 años, ya con una hija, dejando tras de sí pistas y notas. Ya era una persona reconocida y el hecho figuró en las primeras planas de los periódicos. Finalmente la ubican en un hotel, bajo un nombre falso usando el apellido de su madre (que se dice que era también el de la amante del marido) y, muy silvestre, la pillan leyendo las noticias de su propio desvanecimiento del mapa. Las especulaciones llovían por doquier, desde el suicidio hasta el asesinato. El marido atribuye este episodio a que sufría de los nervios, sin embargo, por los corrillos se decía que fue un acto montado por pura venganza por las constantes infidelidades de su esposo.
Era cierto que atravesaba momentos difíciles, no hacía mucho que su madre había fallecido y estaba distanciada de una de sus más cercanas amigas. Ella misma admitió que cuando salió de su casa ese día se encontraba en un estado de desesperación. En fin, por otro lado, los malpensados atribuyeron el hecho a una estrategia publicitaria, ya que acababa de lanzar su sexta novela, la cual fue un éxito en ventas, “El asesinato de Roger Ackroyd”, donde incursiona con una técnica novedosa. El asesino es el narrador.
En fin, volviendo a nuestra relación. En mi temprana adolescencia, Supermercados Gago empezó a importar la colección completa de sus novelas. Y mi papá las empezó a comprar religiosamente. Las leyó y las releyó varias veces. De paso, yo me las fui leyendo y enamorando tanto de los escenarios como de mi querida Miss Marple y el flemático Hércules Poirot.
Saboreé los pasteles de riñón y otros platillos ingleses que en verdad gracias a Dios no forman parte de nuestro menú. Miss Marple me enseñó a observar. A escuchar sin hablar y a hacerles un rayo X a las personas. Me enseñó también que lo aparente por lo general no es la solución, es probable que sea lo más simple, aunque no sea lo más obvio. La motivación del personaje es fundamental, cada vez que la leía buscaba una frase intencionada (o mal intencionada), un gesto descrito o un comentario revelador.
Hércules Poirot, de origen belga y que migra a Inglaterra luego de la Primera Guerra Mundial, es diferente, ya que él sí es un investigador profesional, mientras Miss Marple es la imagen de una tierna abuelita, solo la imagen. Se distingue por estar impecablemente vestido, su bigote engominado y su perenne bombín. Meticuloso, metódico y muy vanidoso. Agatha expresó alguna vez que él no le caía nada bien, por lo pomposo y egocéntrico, y que pensó matarlo en varios escritos. No lo pudo hacer por lo tanto que el personaje gustaba a los lectores.
Pero bueno, el asunto es que la colección de las novelas de Agatha Christie, que conservo aún como un preciado tesoro, moldeó de una forma u otra mi mente en esos años Si bien es cierto que hace años no me releo ninguno de sus ejemplares, les puedo jurar que esos textos, algunos de más de cien años, no tienen nada que pedirles a las novelas de este género en la actualidad.
¿Se acuerdan del escrito del último tabaquito de Julio César? Bueno, algunos de estos libros sufrieron esta suerte y ciertas páginas tienen las señas de una candelita desorientada.
Creo que me faltan algunos ejemplares, ahora que escribo esto me propongo inventariar la colección y conseguir los que me faltan, que no son muchos.
Agatha no era una mujer común, sin embargo, en alguna entrevista dijo que sus mejores ideas venían a su mente mientras fregaba los platos, una actividad de lo más trivial, por cierto.



