Piquetes en las plantas de los pies, brisa fresca, agua tibia en invierno y fría en verano, sol encendido o cielo encapotado a veces. Algunos de los detalles infinitos que son parte de mi desde el momento que nací.
Playa de surfistas, no muchos vecinos panameños y amistades que perduran hasta hoy y que son familia. Escenario también de una u otra discusión, ya que nada es perfecto. El que diga que es así, miente.
El mar para mí siempre ha sido fuente de energía vital, respeto sublime y manifiesto físico del infinito poder de Dios. Le hablo y me contesta, llama mi atención y me aconseja. A veces expresa su dolor, total, en ocasiones es incomprendido.
Dichosa le he dado regalos, he suplicado y dado las gracias. Luego de contarles esto, dirían que todo es color de rosa. Pero no. El pasar del tiempo ha nublado mis ojos y revuelto mi mente. Mi mirada, que no era más que una sonrisa, se enfoca en él (o ella) con un temor indefinible.
¿Miedo a qué? A sus aguas insondables, sus olas llenas de furia y todo lo que en él habita. Mi mente fue martillada mil veces por tiburones que me arrebataban el aliento en un santiamén. Y ¿por qué?, Señor, ¿por qué? ¡Hay ahora lagartos en el mar! Perdonen que me de risa, pero no puedo evitarlo al verbalizar este sinsentido.
En resumen, muero de miedo al entrar al mar, tanto que imagino mi epitafio. Pero entonces, esa voz que siempre me aborda cuando toca ponerse serio, me sugirió sutilmente que mis miedos verdaderos eran otros, los cuales se reflejaban en el vasto espejo del océano. ¿Te pasa a ti también?
Muda quedé. Ahora, nuevamente, ¿miedo a qué? Se me ocurren tantas cosas, la soledad, la vejez, la enfermedad, la muerte, el abandono, la traición, la deslealtad, el negativismo y las mentes cuadradas. Me preguntas un día y te diría que nada, al día siguiente te diría que todo.
Y aquí, trabada sin saber cómo concluir este escrito, le pido a esa voz que me ayude a desenredar las cosas, a colar esos miedos en el fregador y así poder volver a ponerme mi vestido de baño y el protector solar para hacer otra vez una de las cosas que más amo en la vida. Sumergirme en el mar y volver a ser parte de él y él de mí, agarrados de la mano.