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La discoteca que se convirtió en camposanto

Las catástrofes naturales, accidentes y otro tipo de tragedias, más si son colectivas, siempre mueven mi energía y me acongojan.  Se sobrepone la tristeza en el reino de mis emociones, me persigue la angustia física y mi mente no deja de procesar datos y humildemente tratar de encontrar un por qué.

 

Lo de la discoteca Jet Set en Santo Domingo ha sido atroz.  Más allá de las 221 víctimas fatales hasta donde sé, la verdadera tragedia es que se pudo haber evitado.  Sé que es muy temprano para hablar de esto, hoy toca llorar a los muertos y consolar a los dolientes.  Terminar de retirar escombros y entregar restos a familiares.  Oficiar velatorios, honras fúnebres y enterrar un pedazo del corazón.

 

No soy ingeniera estructural ni cerca de ello.  Pero hasta para una neófita como yo, lo que indican los hechos no se puede ocultar, ni siquiera con la rampante corrupción que corroe todos nuestros países latinoamericanos porque es una desgracia que ha tocado al país por completo.  Y es que entre las víctimas del Jet Set están representados todos los sectores de la sociedad dominicana, empresarios, militares, médicos, profesionales, artistas, deportistas, estudiantes, además de todos los empleados que encontraron en ese 8 de abril su último día de trabajo.

 

Por lo que he leído, esta estructura tiene sus años, había sufrido un incendio y su techo cargaba con pesada maquinaria.  Se asoma por una esquina mi querida ansiedad y me mira seriamente mientras me pregunta, “¿quién supervisa que las estructuras estén en condiciones de seguir funcionando?”.  No tengo la menor idea.  Ese “no tener la menor idea” es lo que se fue en los ataúdes de los que murieron ese día.  Ellos tampoco tenían idea y confiaron.

 

¿Cuántas personas más tienen que morir o quedar afectadas por la negligencia de otros antes que alguien tome responsabilidad?  Esto aplica para todos.

 

Racionalmente, en un mundo perfecto, cosas como esta no deberían pasar.  Porque existiría una autoridad responsable de revisar estructuras, más aún luego de haber pasado por un siniestro.  Desde un corazón roto, miles de dominicanos gritan esta pregunta a viva voz.  Lo peor, es que ya saben la respuesta.  Sus voces denuncian que las reparaciones luego del incendio fueron solo estéticas.  Su llanto no cesa porque saben que esto no debió pasar.  El desgarro de su alma no sana porque sabe que a lo mejor todo va a seguir igual.

 

No puedo dejar de pensar en los que gozaron esa noche y han vivido para contarlo.  He escuchado testimonios de señales divinas que por alguna razón u otra sintieron y a las que atribuyen su bienestar físico, porque mental y espiritualmente será muy difícil superar este momento.  Tampoco puedo borrar las palabras de los rescatistas, que tuvieron que sumergirse en un submundo dantesco viendo morir a muchos sin poder hacer nada.

 

Ni siquiera puedo empezar a imaginarme cómo es para una persona perder a varios miembros de su familia de un zarpazo.  En algún momento pensé, “¿sus almas se habrán percatado de lo que estaba pasando?”.  Trascender tantas almas en el mismo sitio y al mismo tiempo de forma abrupta debe ser diferente, creo yo.

 

Para mí esto marca un antes y un después en la vida de la República Dominicana.  Ya nada será igual.  Causará un cisma en la sociedad y obligará a encontrar responsables porque ahora no solo murió el hijo de la lavandera, ahora fallecieron miembros del poder económico dominicano, cuyos nombres no se pueden engavetar.

 

Ya vi a algunos periodistas comentando sobre el Puente de la 17 en Santo Domingo.  Llamando la atención al respecto de fallas estructurales que entiendo son claramente visibles.  No olvidemos que Jet Set no es el primer local que se derrumba en la isla, es el más reciente de la lista.

 

Por mi parte, toda la vida le he tenido PAVOR a los estacionamientos subterráneos.  Apenas los piso siento el peso del edificio sobre mí y prácticamente corro al auto para irme lo más rápido posible.  ¿Cómo hago para quitarme de la cabeza ahora que el techo me puede caer encima?  No me digan exagerada, porque las 221 personas del Jet Set más todos los sobrevivientes no pensaron que era posible lo que les pasó.  Y les pasó.

 

Enciendo una vela por ellos, porque esto es solo el comienzo.  Salir de la impresión, asimilar lo que pasó, tratar de entender lo que no es posible explicar.  Rezo para que esta herida tan profunda vaya sanando poco a poco, que puedan seguir adelante y que se haga justicia.

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