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Señora, debe pasar al cuartito

Bueno, no es exactamente así que te dicen cuando llegas a un puesto de control de migración y deben verificar con mayor profundidad tus documentos o, cuando llegas al punto de aduanas, tu equipaje.

 

Yo tengo, por decirlo así, un master en esto y no por culpa mía.  Procedo a explicar. Hace unos ocho años, me robaron la cartera en Chicago con todo su contenido, incluyendo mi pasaporte.  Dirán que por qué yo andaba con el pasaporte en la calle y fue porque paramos a comer para ir directo al aeropuerto.  Si no hubiese sido así, créanme que el documento hubiera estado reposando a buen recaudo en el alojamiento.

 

El asunto es que tuve que reportar mi visa de los Estados Unidos como robada, para obtener una nueva.  Y ahí comenzó mi odisea.  Al parecer, una visa robada es altamente sospechosa, pues ha podido ser alterada y utilizada por personas con malas intenciones.

 

A partir de ahí, cada vez que ingreso en los Estados Unidos, tengo que pasar por el famoso cuartito.  Y es aquí cuando empieza el verdadero cuento.  He entrado a los Estados Unidos por diversos puntos en este tiempo y por ende, mis acompañantes han sido muy distintos entre sí. El más variopinto sin duda es el Aeropuerto JFK en Nueva York.  Se imaginan la cantidad de nacionalidades que pasan por ahí.

 

He tenido que servir de apoyo a personas mayores que no hablan ni una letra de inglés y que viajan solas a reunirse con sus familiares con un folder de papeles en la mano, sin entender muy bien qué son ni cuáles son sus derechos.  He presenciado los intentos de introducir alimentos y productos no permitidos que, en verdad, me han dejado con los ojos pelados.  Nunca olvidaré una linda viejita mexicana con una caja de zapatillas Adidas en la mano, a la cual le había fabricado unas subdivisiones con cartón para proteger unos tacos listos para comer.

 

Cajas forradas en plástico dentro de maletas, que al ser abiertas albergaban desde tortillas, rosquitas hasta palomitas de maíz.  Vasijas de plástico con tapa con alimentos cocidos en su interior.  Recipientes desechables de foam envueltos en papel de aluminio con una carne que parecía ropa vieja.  Si, todo eso lleva la gente en las maletas.  Hasta cajas de Pollo Campero, que me imagino traía locos a los perros de cateo.

 

Me han cuestionado mil veces por viajar sola.  Al parecer las mujeres solas son mulas ya sea de sustancia o de dinero y me he sentido realmente acosada al tener que justificar que yo misma me pagué mi pasaje y que no estoy transportando nada ajeno.  Una vez me cuestionaron por llevar una maleta dentro de otra.  Se ve que esos señores no conocen a una latina que viaja para el Black Friday.

 

La comida que yo llevo es siempre empacada al vacío y congelada.  Eso no tiene problemas siempre y cuando no contenga puerco.  Se preguntan que yo llevo.  Bueno, cuando voy a NY mi parada en El Trapiche es obligatoria para comprar tortillas, almojábanas, carimañolas, masa de hojaldre, jalea picante.  Y cuando es la temporada, dulce de frutas y ron ponche de La Receta de Aura.  Si, estos son los encargos de un panameño que, aunque tiene siglos de vivir afuera, extraña estos detallitos de su tierra.  Por eso entiendo en parte a la viejita de los tacos, seguro eran los favoritos de un hijo con quien se iba a encontrar.

 

Son intimidantes todos estos agentes y saben que tienen la sartén por el mango.  Ni siquiera tienes el chance de ponerte nerviosa, porque lo interpretan como un signo de culpabilidad o que tienes algo que esconder.  Pero tampoco puedes ser muy tosca, porque si deciden que no entras, pues no entras. 

 

Una vez que me tocó un agente un poquito amigable y me atreví a preguntarle que hasta cuando me iban a cuestionar por mi visa robada casualmente en el país que me cuestiona.  Me dijo que esto iba a ser así hasta la fecha de vencimiento de ese permiso.  Revisó y me indica que es en el 2028.  Es decir, son tres años más que me tocan de este baile al cual nunca pedí ser invitada.

 

Como dicen, el que nada debe nada teme y cada vez que debo pasar por el doble chequeo lo tomo con calma y dejo que todo fluya.  Pero no puedo evitar que me afecten las caras angustiadas de los que sin haber hecho nada se sienten condenados.  A los que, si se pasaron de la raya, bien sancionados están.  Pero como en esto y otros asuntos, los justos pagamos por los pecadores.

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