Partamos por la premisa de lo que significa enconcharse. Para mi representa la acción de recluirnos en una coraza porque no podemos o no queremos enfrentar una situación que nos incomoda o duele, algo abrumador. También puede ser porque no sabemos cómo manejarla o porque estamos muy enfocados en lograr algo, tanto que no ponemos atención al entorno.
Como ven, puede ser por muchas causas. Todas las entiendo y por todas he pasado al igual que ustedes. Pero, ¿qué representan estos enconchamientos? El no saber moderar nuestras emociones. Mil veces hemos preguntado a alguien querido, ¿qué te pasa?, solo para que te contesten que “nada”, aunque a todas luces SI les pasa algo. El olfatómetro te puede indicar si es un intento de manipulación o si es real la lava hirviendo bajo la piel.
Por lo general, tiendo a darle el espacio a la persona que está pasando por esto para que se desahogue cuando considere conveniente (o se sienta capaz) de hablar. Pero aquí hago una pregunta, ¿si es algo que te puede afectar a ti, hasta cuándo dejar correr ese silencio? No tengo la respuesta, pero he conocido muchos casos en que una persona está peleada con otra y por increíble que parezca, no se lo ha hecho saber; resultando en una persona amargada y otra completamente en Bosnia.
El miedo al rechazo también dispara un episodio de enconchamiento. Necesito que me acepten y me quieran, puede que sienta que no lo puedo lograr mostrándome a mí misma como soy y decido mejor guardar mi personalidad para dejar ver solo lo que resultará apto, según yo. Lo he visto mil veces también y en ocasiones lo he hecho.
El no poder enfrentar una agresión, “bullying” o abuso por parte de otra persona nos puede llevar al mismo estado. Es difícil confrontar, si fuera fácil nos defenderíamos sin culpa. Sin embargo, no es sostenible porque todos tenemos un límite y vamos a estallar de una forma o de otra. “Calladita me veo más bonita” nos alcanza hasta cierto punto y en algunas ocasiones nos puede servir, pero no siempre.
Yo peco un poco, en esta etapa de mi vida (no siempre fui así) en que no he terminado de escuchar y ya mi boca está articulando comentarios que me han causado problemas. Es que las consecuencias físicas y mentales de callarme las cosas fue un precio muy alto que tuve que pagar. Como alguien me dijo una vez, “prefiero mil veces una colorada a muchas rosadas”.
Por lo menos sabes que soy lo que ves y lo que oyes, no tengo dobleces; escucho tu punto de vista y lo analizo, puedes estar seguro de esto. Podremos discrepar, llegar a un acuerdo o a un punto medio para lograr la meta de forma positiva, pero lo que pienso, lo voy a decir.
En ocasiones me enconcho porque estoy en un proyecto importante o situación personal que no permite, por decirlo así, dividir mi atención. Como que las cosas están pasando o modificándose tan rápido, que, si te lo cuento, cuando termine la cosa ya cambió. O el cuento va tan largo, pero tan largo, que necesitaríamos varios días, aparte no sabría por dónde empezar. Ya te contaré, créeme, pero en ese momento no puedo.
A pesar que la concha es necesaria para superar algunos momentos, a la larga no hace bien. No nos permite ventilarnos y actuar. Nos congela en el tiempo y el hígado se nos vuelve bistec picado. Úsala por ratitos pequeños para saltar un obstáculo, pero no te acostumbres ni te sientas cómodo en su abrigo.
Aquí llego a un punto que me toca directamente y, como buena sagitariana, mi impulso es a cortar comunicaciones con alguien que me ha hecho daño a sabiendas o que no ha sido justo conmigo (aquí entramos en el terreno de las expectativas, las personas no necesariamente van a comportarse contigo como tú lo idealizas). Sin enojo ni mayores fanfarrias, simplemente ya no son tan importantes en mi vida. Ahora que lo escribo, no estoy segura si es un enconchamiento o simplemente un cierre de ciclos. ¿Ustedes qué opinan?