Una frase que aprendí en mi reciente recorrido por el Camino de Santiago. Proviene desde tiempos medievales y significa “Sigue adelante, más allá” y era un saludo habitual entre los peregrinos al encontrarse en la ruta, reemplazado por el “Buen Camino” de hoy día. Mi cerebro inmediatamente lo tradujo al famoso dicho de Buzz Lightyear: “Al infinito y más allá”.
Y es que el Camino, así con mayúscula, más que un esfuerzo atlético, un disfrute de la gastronomía y los paisajes de la zona, o un buen rato entre amigos, es una jornada hacia nuestro interior, nuestra mente y espíritu, sin importar nuestra religión o creencias.
El Camino es como la vida misma. Se presentan lomas empinadas y bajadas escarpadas que nos hacen esforzarnos un poco más. Las áreas planas nos permiten respirar y descansar. Hay momentos en los que toca parar a coger aire, otros para observar una flor en detalle o mirar a una vaca a los ojos (si, quisiera saber que piensan) o solamente disfrutar de la brisa y la luz del sol que nos baña.
Si no nos detenemos, ese momento se perderá para siempre. Y tal vez no volverá. Como en la vida… No es una carrera de velocidad, es de resistencia. Paciencia. Resiliencia. El tema central (aunque si muy relevante) no son los zapatos o la mochila perfecta, o si empacamos o no la merienda. Para mi en lo personal, fue de irme desprendiendo de “cosas” que arrastré durante mucho tiempo. Un parangón a que mientras más ligera mi mochila, más ligera la carga en mi alma.
El Camino te lleva, a donde cada uno necesita llegar. No es una competencia contra nadie. El reto es con uno mismo. En el recorrido todos somos iguales, ni mejores ni peores. El Camino es de compartir: información, medicinas, bastones, comida, anécdotas. Somos un solo organismo vivo interconectado con todo lo que nos rodea y lo que hacemos afecta todo, para bien o para mal.
Piensa antes de hacer.
¿Nace de una buena intención?
¿Mejorará la vida de tu prójimo y el entorno?
¿Afectará negativamente?
Un paso más andado es un paso menos que falta…. Como todo en la vida. A medida que vamos avanzando, el cuerpo va agarrando impulso y la mente en lugar de estar concentrada en las piernas o la respiración, se enfoca más en esas cosas que se pasean por sus recovecos y a veces se esconden.
Pensamos que no existen porque no las recordamos a cada rato, pero están ahí, observándonos desde su esquina, para saltar al escenario cuando menos las esperamos.
En la sencillez está la profundidad y la verdad. En la autenticidad está nuestra esencia. En cada brizna de hierba habita el ser más supremo. Igual lo hace en los ojos de un labriego curtido por el sol.
Pequeñas cosas. Son las que realmente importan. Quédate con lo que te aporte y desecha lo que te drena. No estás obligado a nada.
Vibra con los que aumenten tu frecuencia y te hagan ver más allá. Llegarás más lejos. No perjudiques, que lo que es pan para hoy será hambre para mañana.
Continuamos la próxima semana.



