No sé si son los astros o lo que veo en las noticias y a mi alrededor, pero estos días siento que mi alma está anegada. Agua por dentro y por fuera tratando de no filtrarse y mantenerse a nivel. Lo acontecido en Valencia no tiene nombre. Aunque en realidad, si lo tiene. Decisión de retirar unas represas sin medir las consecuencias, sumado a las fuerzas de la naturaleza, la nula alerta de las autoridades y la posterior desidia me han dejado sin palabras. Y eso es difícil.
Ella tomó cada milímetro de espacio sin escuchar súplicas, acompañada por un fango grueso, viscoso, infinito, que ha quedado entrelazado con el asfalto. No respetó puertas ni ventanas. Ni casas ni negocios. Vi impotente cómo los carros fluían como si no tuvieran materia ante la mirada atónita de todos. Tan surrealista como increíble.
El agua te lava y se lleva todo, tus cansancios, tristezas y energías no deseadas. Agua, qué duro es mirarte de frente en este contexto. Tan ajena e indiferente, rencorosa y traicionera. ¿Quién eres? No te reconozco en mi dolor.
No puedo esconder a Panamá y Cuba al hablar de este sentir. Panamá inundado como siempre y como nunca, vidas perdidas, animales, tierra fértil, sustento de todos. Y de Cuba solo puedo decir que no sé ya que más es posible que pase, cuando siento que ya lo he visto todo, sucede algo nuevo. Cuando pienso que ya no se puede ir más bajo, descendemos otro escalón. Rafael no perdonó lo que sí dejó pasar Milton en la Florida.
Es que ya se ha vuelto normal no tener corriente, agua, comida, gas para cocinar, medicinas. Es la vida cotidiana para muchos, que siento perdieron las esperanzas y su dignidad hace tiempo y ahora se miran serios al espejo y no saben qué más les queda por perder, porque ya lo han perdido todo.
Mi alma se siente húmeda, fría, porosa y negligente. Necesita del sol desesperadamente además de una fuerte exprimida. Me doy cuenta porque me quedo suspendida en el tiempo y todo sucede como en cámara rápida frente a mí. Trato de insertarme en lo que acontece, pero no lo logro, está todo muy lejos y no lo alcanzo.
Mientras oigo llover termino este escrito rogando que todos los que no tienen donde dormir, lo encuentren. Que se reúnan las familias separadas, que las mascotas vuelvan a sus dueños, que no se disparen enfermedades y que la comida y medicinas se multipliquen. Sobre todo, deseo que en Valencia amanezcan con el espíritu en alto y con energías para que el fango que los engulle sea pronto solo un recuerdo.