Bueno, cuando lean esto estaré nuevamente inmersa en el ambiente gélido y saturado de luz de un salón de operaciones. Llevaba rato sin pasar por este proceso, creo que nos extrañábamos mutuamente. Obvio entienden que estoy bromeando.
Mis amistades me molestan diciendo que mi marido me está vendiendo por partes, se los juro que así parece. No les voy a aburrir con listarles mis procedimientos ni encuentros cercanos, pero si les voy a contar lo que orbita alrededor de ellos.
Me siento como las mujeres de finales del XIX y comienzos del XX cuando para algunas la mayor preocupación era cumplir y destacar en su apretada agenda social y por supuesto, procurar un consorte a la altura. Primero, por supuesto encargué un vestido espectacular, porque no repito y me preparo con mi carnet de bal para que mis pretendientes anoten su turno para bailar conmigo.
El problema es que yo no quiero bailar con ninguno, por lo menos con ninguno de los que se han anotado. Ellos me abstraen de mi vida diaria, me causan dolor, preocupación, estrés, erogaciones económicas y un sinfín de perjuicios más. Pero que va, ellos están ahí antes de la hora, con sus mejores galas, para escoltarme y cambiar mis planes una vez más.
Quiero dejar muy claro que AMO a mis doctores. Han sido soporte en este camino, empáticos, solidarios y siempre presentes. Pero a pesar de que los quiero mucho, no los quisiera ver tanto. Esta vez les tocó el turno de que bailemos la polka a mis apreciados doctores McCance y Rosenbluth. Ya les contaré, lo único que les puedo adelantar es que mi cambio de look ahora si será radical.
Una vez más, mi cuello es el protagonista de la historia. En los recovecos de mi mente oscilan miles de burbujitas, así como la Coca Cola, cada una con un pensamiento. El cuello sostiene mi cabeza, mi cabeza no tiene apoyo. Otra operación en esa área, debe ser que no comunico mis pensamientos y se quedan trabados en la garganta. Obvio, si no salen por la boca, por algún lado tienen que salir. En fin, de ahí sale otro libro, porque como manifiesta la biodescodificación, cada enfermedad física tiene un origen metafísico y hasta que no lo definamos, no lograremos sanar.
Sentirán que esto es algo sobre lo que no debiese bromear. Sin embargo, por otro lado, lo que mi mente piensa es que mi cuerpo decae a una velocidad vertiginosa, que es poco o nada lo que puedo hacer y no sé cómo ver los años por venir, mucho menos la vejez. Por ende, prefiero enfocarme en pajaritos de colores, sin preñar.
Entonces, como siempre, lo mejor es buscar el lado positivo a todo, porque todo lo tiene. Y es así como me concentro en las personas que me rodean y me llenan de energía positiva, que me entienden, en hacer lo que me llena, en mirar hacia adentro, en disfrutar lo simple. Igualmente, me alejo de todo lo que me perjudica, no tengo cupo para más, aunque les toque la mejor música y se vean guapísimos.
Mientras me hago los rulos y me pongo el corset para mi próximo compromiso, pongo en orden la casa, respiro hondo y agradezco todo lo que Dios me ha dado, porque ha sido demasiado. Una familia diferente pero campeona. Amistades inigualables que me sostienen, mi mundo de hadas que cambia el color de las cosas para que se vean más bonitas y ustedes, mi comunidad, que me soportan todas las semanas y me escriben con sus comentarios. Gracias, gracias por todo y ya les cuento el próximo miércoles las novedades.