Esta semana hice algo diferente. A través de la cuenta @maricelescribe en Instagram pregunté a la comunidad sobre qué tema querían conversar. Uno sugerido por mi querida Olga Reyes me llamó la atención, “la persona hipérbole”. No tenía idea qué era esto, me puse a buscar y me di cuenta de que yo soy una de ellas.
Entonces, ¿Qué es una persona hipérbole?, en primer lugar, no está como que del todo aceptado como un término formal y se refiere a la persona que es muy exagerada no solamente en lo que dice, sino en su forma de hablar. Aquí me vi reflejada en el espejo, y mi cerebrito me dice “viste, pasando pena cada vez que dices que pesas 245,934 libras”.
A mucha gente le da risa, otros pensarán que soy ocurrente, algunos dirán que la ferretería de mi azotea está incompleta. Luego pensé “wao, habrá quien diga, mira esta ridícula, cree que la está botando”, y me dio un pequeño bajón. ¿Será que tengo que estar más pendiente de lo que sale de mi boca?, algo así como “editar” el mensaje. No sé cómo lo haría, porque a veces el caudal de palabras brota de forma intempestiva y no me da tiempo de cerrar la represa.
Interviene mi cerebro nuevamente y me dice, “si, eres exagerada y te faltan un par de tornillos y tuercas, pero tú no eres el problema”. Claro, me estás dando una palmadita, sin embargo, tienes razón. Y me empecé a acordar de expresiones que me han parecido ridículas, exageradas o simplemente y llanamente, mentiras.
“Tengo millones de cosas que hacer”, todos tenemos.
“Estoy super ocupada, en verdad no puedo”, si te interesa, puedes
“No sabes lo que me pasó”, dependiendo la persona, sabremos si nos espera un monólogo de lo única y trágica que fue la situación. Por adelantado sabemos que no era para tanto.
“Es que estas cosas solo me pasan a mí”, exageración, mentira y victimización
“Vieras el pez que se me escapó, era enorme”, frase de marido que pescó solo una sardinita y se quiere sentir mejor.
“Es que no tengo qué ponerme”, frase de mujer que tiene un closet enorme y busca excusa para seguir llenando sus vacíos comprando más.
“Deberías darme las gracias, no tienes idea de todo lo que tuve que hacer”, exageración, mentira e intento por despertar el sentido de culpabilidad en el otro.
Puedo escribir infinitas páginas con estas exageraciones que lejos de ser graciosas, esconden un trasfondo no tan agradable. Dejo para este aparte a los denominados “Drama Queens” y también “Drama Kings”, no se hagan. A mí de verdad me da picazón cuando se me acercan porque sé que sentiré cómo la energía se va drenando de mi cuerpo y también sé que necesitaré tiempo a solas para reponerla.
Y qué me dicen de las personas que cuando llegan a un lugar se aseguran de que todos le hayan visto. Y de las que si tú tienes dos matas, ellos al día siguiente tienen tres, más grandes que las tuyas y se esfuerzan porque todos lo sepan. Hay una categoría que me da un poquito de risa y es cuando tú tienes un amigo y esta persona quiere ser la mejor amiga de tu amigo, prácticamente se crearon en la misma placenta. Ay nooooo. Creo que aquí estoy mezclando otros problemas, pero es que no sé cómo separarlos.
Todavía no he descifrado cómo levantar una cúpula protectora que rebote sus rayos malignos o cómo hacer que su discurso histriónico no me afecte. Y en verdad lo que pasa es que detrás de esta tragedia grecorromana permanente existe un abismo inmenso, una autoestima golpeada y un afán descontrolado por ser el centro de atención.
¿Será que no se dan cuenta de lo que los demás ven?, creo que están tan ensimismados que no hay espacio para nada más. Fue así como me di cuenta de que mi manoteo, sacudida de cabello, voz alta y expresiones como, “acuérdate que la perra está vieja, ya tiene 257 años”, no están mal, así soy yo.
