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Y llegó la Navidad…

Si, ya llegó.  Es como si arrancaran los Juegos del Hambre.  A los que no hemos visto, es ahora cuando inventamos verlos (el grupo de la escuela, del ballet, de los boy scouts, de la Tuna de Calle Arriba 1984, etc.).  Ahora, que es cuando menos tiempo hay.  ¿Por qué no nos vimos en mayo? ¡Si en mayo no hay nada! 

 

Amiguito secreto, obligado para muchos que han salido trasquilados más de una vez cuando la cuota era de 20 palos pero les toco un regalo que ni a 5 llegaba.  La fiesta de la oficina, donde muchos revelan sus verdaderas personalidades y luego no se acuerdan de nada y si se acuerdan, miran para otro lado.

 

El dilema del arbolito…  Por muchos años he puesto sintético para tratar de salvar a algún pinito del norte, pero ya me cansé.  Amo a Santa Clos y un montón de ellos anidan en mi árbol cada año, todos son diferentes y algunos ya superan la mayoría de edad.  Pero este año…no saldrán de su caja.  ¿Les ha pasado esto?  Los que me conocen saben que soy un poco ecléctica por no decir enchecherada.  Lo siento, no lo puedo evitar, creo que en alguna vida pasada trabajaba en un mercado persa.

 

Voy minimalista en este 2024, rompiendo esquemas.  Ya les contaré si puedo resistir.  Pero bueno, hablando de Navidades pasadas…de niña me encantaba, porque era todo un acontecimiento la puesta del Nacimiento.  Primero, había que someterse al orden.  Debía ser después de noviembre, por las Fiestas Patrias y después del 8 de diciembre, donde la Virgen se lucía adornada y florida en el portal.  Entonces es que venía la Navidad.

 

El Nacimiento era enorme.  Pero el trabajo mayor se lo llevaba la base con sus cerros y valles, sumándole el río con su respectivo lago donde las lavanderas hacían su faena.  Había panadero, pastor, leñador, herrero, en fin.  Cuanta profesión existía.  Luego de ver unos memes me di cuenta de que nosotros no éramos los únicos que se nos caían las ovejas.  Frustración total, ni pegadas con goma se sostenían de pie.

 

Mi parte favorita del arbolito era colgar las lágrimas, mismas que originaron los cuerpos de agua del Nacimiento.  Me parecía hermoso como se reflejaban los maxi focos de colores en ellas, así como apretar las bolitas de las ramas hasta que soltaran su líquido pegajoso.

 

Esperaba con ansias ir a Calle Belén y cantar villancicos en las posadas.  Era religiosa la misa del gallo también.  Así como ustedes, me daba cuenta dónde guardaban mis papás los regalos y abría con cuidado los tapes para ver qué había.  Nunca me hicieron saber si me descubrieron.

 

Pero luego, todo cambió.  Al quedarnos solos, nos toca a mi padre y a mi sacar una Navidad de donde no la había.  Súmale que cumplo el 21 de diciembre y no era de mis fechas favoritas.  Yo haciéndome la “vístima” decía que todo el mundo estaba demasiado ocupado para compartir conmigo, así que mejor no hacía nada.  En fin, esos días se tornaron muy oscuros y extraños, yo solo quería que pasaran rápido. 

 

Por mis hijos debí maquillarme de Navidad otra vez, organizar alguna que otra tradición y celebrar la llegada de Santa.  Si se pudo, apenas.  Luego la Navidad empezó a hacerme ojitos y la empecé a vivir de un modo diferente, aunque no se si mejor.  Me descubrí para mi propia sorpresa pensando como desde octubre en lo que iba a hacer ese año.  Ahora la apurada a reunirse soy yo y si es en mi casa, mejor.

 

Hoy hasta mi cumpleaños tiene otro color.  No digo que vaya a celebrarlo de forma multitudinaria, pero por lo menos ya la fecha no me aprieta la garganta.

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