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La abuelitud

Si, yo sé que esa palabra no existe y yo que me la paso diciendo reglas y más reglas para escribir correctamente. Pero bueno, de vez en cuando se vale la pena jugar un poco y no ser tan estrictos, sobre todo con el tema de hoy que trata de los abuelos.

 

La cosa es que no se si saben que yo soy abuela.  Bueno, es por la hija mayor de mi esposo de su primer matrimonio, pero abuela al fin.  En verdad me cogió un poco fuera de base y me tomó un tiempo asimilarlo.  Que si era hombre, que si era mujer, el tema del nombre, hubo listados infinitos para ambos casos y se fueron reduciendo hasta quedar en el ganador (luego de cambios a última hora), Roberta.

 

A lo largo de mi vida he conocido (y tuve) abuelas muy especiales y que marcaron mi vida.  Ambas con estilos muy distintos.  Una que ya estaba un poco mayor y vivía en Cuba y la otra que tenía un cohete metido ustedes ya saben dónde.  Bastante que me cuidó, me consintió, y me regañó, aunque fue mi alcahueta en más de una ocasión.

 

Hay abuelas abnegadas y abuelas congas.  Abuelas que no quieren que les digan abuelas y les piden a los nietos que les digan Titi, Cuqui, Mama Chiqui y un millón más de apodos, pero no abuela.   Hay abuelas que se tiran al piso a jugar con sus nietos y hay otras que si el niño no va con nana a visitarla, mejor que no vaya.

 

Lo que si me ha dejado perpleja es todo lo que ha evolucionado desde que mis hijos nacieron.  Empecemos por la cuna.  Ya no tiene NADA.  Olvídate de los bumpers, almohada, sábana, manta, juguetes.  Los bebés ahora duermen dentro de una especie de saco que reemplaza todo lo anterior.  Por otro lado, hay coaches para TODO.  Para gatear, dormir, amarrar la sillita al carro, alimentación, dejar el chupo….para todo.

 

La alimentación su fue una sorpresa.  Todavía se me aprieto el pecho cuando la veo comer alimentos sólidos enteros SIN DIENTES.  Va majando y majando y majando, lo saca y lo mete y lo vuelve a majar.  Hasta que termina.  En este punto ya yo estoy agotada y agradecida porque no se atragantó.  Me tengo que acostumbrar.

 

Es un mundo nuevo para mí y he aprendido mucho.  No tengo idea cómo será un cumpleaños de niños chiquitos hoy.  Creo que nada tendrá azúcar ni colorante, no sé.  ¿Ustedes se acuerdan cuando sus abuelos les dejaban comer lo que sus padres no?  Dos palabras, FOOD COMA.  ¿Y cuándo iban de compras con la abuela y llegaban a casa con una minifalda más corta de lo permitido?  Dos reacciones, ojos pelados y cejas levantadas de una madre descontenta.

 

Y es que las abuelas han cambiado mucho también.  Recuerdo a las mías en vestidos con correita, cabello corto, lentes grandes, perlas, unas buenas libras de más, zapatos Naturalizer y olor a colonia suavecita, tipo Jean Naté o Heno de Pravia.  Las abuelas de ahora….algunas se ven mejor que las hijas.  En serio.

 

Yo todavía no me he definido dentro del espectro abuelístico pero creo, que nos vamos a portar mal.  Porque para ser estricta y disciplinar está la madre, ¿no?.  Mientras más escribo más lo visualizo.  Hablaremos de chicos (o de chicas, no sé), voy a querer saber todo de sus amistades, cómo le va en la escuela, qué quiere hacer realmente, si disfruta de verdad las clases de ballet, o prefiere lecciones de percusión.  Por ahí va la cosa.

 

Y, aunque yo misma dije que disciplinar no será mi misión, los abuelos enseñamos con el ejemplo, los valores, los principios, una respuesta dada en una discusión acalorada o un abrazo oportuno.  Como dicen, una acción vale más que mil palabras y por ellas seremos recordados.  Eso último lo añadí yo.

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